Thursday, November 5, 2009

Dia de l@s Muert@s y el Accidente

¡Sobrevivimos muchas cosas, y esta vez fue un accidente! Salimos de Cochabamba después de una necesaria y tranquila estadía con buenos amigos y inolvidables compañeras. De allí empezamos lo que serian cuatro días de viaje con tan solo paradas temporales nocturnas en distintos lugares. Queríamos continuar con nuestro viaje hacia la Amazonia Boliviana pero decidimos irnos por la vía mas larga para poder conocer más de esta gran diversidad boliviana que ha deslumbrado nuestro conocimiento cultural del país.
Llegamos a la ciudad de Santa Cruz que fue la sede de mucha tensión política este año por varias razones, entre ellas, la propuesta de que se independice esta cuidad. Santa Cruz fue descrita por varias personas como una ciudad muy desarrollada, con mucha inversión, mucha potencia, pero en donde las personas se sienten diferentes a la o el bolivian@ en general. Pasamos un día y una noche en esta ciudad tratando de mirar sus peculiaridades y de conocer su aparente cotidianidad en un intento de saturarnos en tan solo18 horas.
Por la noche salimos hacia Trinidad en un bus por diez horas. Llegamos al sofocante calor, a los insaciables mosquitos que chupan y chupan sangre dejándote con una sed de más y más jugo de pomelo que venden en las esquinas. Después de rebuscar y requetebuscar hospedaje barato y no encontrar decidimos quedarnos en el menos costoso. Esto resulto en lo siguiente: Un cuarto en el tercer piso con camas de alambre, sancudos con genes de vampiros, baños con lama verde en la ducha, y dos chicas desesperadas por salir. Entonces pasamos todo el tiempo en la plaza principal alimentando mosquitos y tratando de no agitar el cuerpo para no causar más calor en nuestra piel.
Camino a Rurrenabaque Ya queríamos salir de Trinidad para pronto conocer la Amazonia y para eso teníamos que llegar a Rurrenabaque. A las 10:30 del sábado estábamos en la terminal de Trinidad listas para continuar en este largo viaje a la selva. “Son 12 horas de viaje,” nos dijeron “y también 120 bolivianos cada una”. "¡Chuta, que caro!," dijo Malinche, y ¿que clase de bus es? En eso llega el bus con llantas inmensas, polvo por donde tú lo vieras, metal rustico y dañando cubriendo su cascaron. "Ahh" dijimos.
Las primeras horas se pasaron mientras disfrutábamos del paisaje impresionante de distintos verdes, de palmeras, de lagunas, de champas. Por lo menos cuando el bus estaba corriendo, nos llegaba una brisa y nos refrescaba el sudor pegajosamente polvoreado por la carretera. El bus paraba a cada 3 horas y media y era el momento de aprovechar para descargar los líquidos del cuerpo aunque creemos que después de tanto viaje, tenemos ahora una capacidad como de 10mm más que antes...
Durante el trayecto escuchábamos las conversaciones de las y los distintos pasajeros: muchos iban hasta la frontera con Brasil en un viaje de casi 24 horas, otros a visitar familia, otros por el comercio y así continuaban charlas, risas, suspiros, y quejas del calor... Ya eran las 21:00 horas cuando se divisaba la luna llena brillando en la víspera del Día de los Muertos. Habíamos viajado ya 10 horas y nos faltaban dos para llegar a Rurrenabaque. Estábamos disfrutando de su luz cuando de repente se escucho un impacto, el ruido único creado por el metal contra el metal, vidrio explotando, y el zumbido que deja la velocidad cuando es interrumpida abruptamente. La flota se detuvo a un lado de la carretera y supimos que por lo menos estábamos vivas. Un gran silencio se desplego por toda la flota, nadie decía nada, nadie sabía que había pasado, todo quedo como en pausa. En eso, nos preguntamos "¿Estas bien?" “Si”. “Bien”. Y en eso Mayra abre la ventana de su lado y salta, Caro y Malinche la siguen. Salimos todas a mirar que había sucedido y miramos que el bus estaba chocado desde la ventana panorámica del conductor hasta la última ventana de lado izquierdo del bus.
"¡Nos han chocado y se han fugado!" ¡Nos han chocado!," decían unas personas. En minutos ya habían salido muchos pasajeros y pasajeras, entre ellos muchos heridos. Una mujer sangraba sin cesar de su cabeza, otro se sacaba vidrio de su ojo y otros preguntaban por sus compañeras y compañeros de viaje.
Habíamos dejado nuestros bolsos con nuestras cámaras dentro del bus y entonces Mayra decidió volver a entrar. En eso escucho que alguien había muerto. Pasaba lentamente por el corredor del bus, pisando millones de pedazos de vidrio cristalizado, de charcos de sangre, de metal sin forma, de botellas de agua, de chanclas aventadas por debajo de asientos hasta que llego sobre el asiento en donde estaba una mujer aparentemente dormida. Tenía todo el fierro del marco de la ventana atravesado sobre su frente. Parecía que estaba durmiendo si no fuera por el rojo tinto que nos decía que ya no abriría los ojos.
Afuera todo estaba entre el shock que busca de tranquilidad y la lógica que luchaba por definir cada acción. Entre todas y todos ayudábamos a los más heridos y lavábamos brazos y heridas. En eso escuchamos que la volqueta que nos había chocado estaba volteada sobre la carretera en un hueco más a delante en la carretera. Unas personas nos pidieron que tomáramos fotos y grabáramos todas las huellas del accidente y sin pensarlo dos veces pedimos linternas y seguimos con un pequeño grupo a investigar que había sucedido.
El conductor de nuestra flota nos explico lo siguiente: "Yo venía en mi lado de la carretera y miraba que venía el vehículo en medio de la vía. Le puse mis luces altas para que se hiciera a un lado pero no hizo nada. Entonces, yo mire que venía directito a mí y me hice a un lado, me orille y casi nos salimos de la carretera pero la volqueta me alcanzo a dar por todo mi lado y todo el lado izquierdo de la flota".
A unos 20 metros miramos que en la parte derecha de la carretera estaba la volqueta completamente destruida de la parte delantal. También se miraba una persona moviéndose. Nos acercamos y era un hombre que se quejaba pero no podía salir de entre el metal que le tenía la pierna aplastada. Por abajo de los escombros se miraba otro cuerpo. La gente local intento ayudar pero no podían sacarlos sin la ayuda de herramientas grandes para cortar metal. Fue un momento en que se sentía acumular un sentido de impotencia humana frente al sufrimiento y situación frente a tus ojos. Después escuchamos a varios testigos decir que habían visto a tres hombres bien embriagados salir de una disco y subir a una volqueta. Al poco rato escucharon el accidente y no se sorprendieron al ver que era la misma volqueta en la cual se habían subido los hombres borrachos.
A todo momento había gente parada en la carretera esperando que pasara un carro para pedir ayuda, una ambulancia, o alguien que pudiera rescatar a los heridos. Pasaron lo que se sintió como horas y entre buscar a personas, tomar fotos, hablar con los sobrevivientes, todo lo demás continuaba y el tiempo pasaba. Unas personas se fueron con voluntarios que les llevaron al hospital en Yucumo y otros se fueron a Rurrenabaque para hospedarse y descansar un poco. Nosotras nos quedamos con las personas que no podían moverse porque no tenían a donde ir y otras que decidieron quedarse con el grupo para cuidarnos y apoyarnos.
Al fin el conductor de otra volqueta que paro frente a nosotros nos ofreció llevarnos al hospital y nos subimos unas 25 personas con bolsos, cajas, trapos de sangre, y polvo por todas partes. Mujeres, hombres, niñas y niños estábamos montados en una troca que transportaba gasolina, mientras esporádicamente se decían comentarios de reflexión y sorpresa sobre lo sucedido. Llegamos al hospital en donde solo había una enfermera en turno quien esperaba al doctor que estaba en camino. Ya habían llegado otras personas heridas, entre ellas el conductor de la volqueta que estaba tirado en el pasillo vomitando sangre y con la cara partida casi por la mitad. Nosotras nos sacudíamos el cabello, los brazos y el cuerpo en un intento fallido de quitarnos todo el vidrio que nos cayó por encima. Así pasaron las horas mientras sentíamos la vida por todo el dolor corporal y cansancio emocional que había surgido.
A eso de las 7am llego la flota por nosotros. Con estómagos llenos de nervios y con el sueño al margen de la inexistencia, nuestras ojeras hablaban por sí mismas. El cuerpo estaba vivo, la mente entumida, y la realidad aun no se conceptualizaba. No podíamos dejar de pensar en la familia de la mujer que había fallecido, ¿Cómo lo van a asumir? ¿Cómo alguien supera semejante sorpresa? ¿Qué va a pasar con el señor que no podía ver por el vidrio que le entro a los ojos? ¿Y los demás muertos en la volqueta? ¿Qué habrá pensado el conductor al morirse en frente de todos los que sobrevivieron el accidente que el causo?
Sin poder decirnos mucho una a la otra sabíamos que estábamos felices de estar bien y pensamos en lo simbólico que fue esta bienvenida al Día de los Muertos. Llegamos a Rurrenabaque a eso de las 10 am y encontramos un hospedaje un poco aislado, tranquilo en donde dormimos toda la tarde. Esa noche improvisamos un pequeño altar con una velita para la mujer que falleció en nuestra flota, por las muertas y muertos que vienen a visitar a los seres que aun viven, y por la vida. Siendo viajeras siempre reflexionamos sobre nuestros pasos, nuestra vida y las decisiones que tomamos para preparar nuestro mañana. Sabemos que nuestros cuerpos no representan eternidad. En sí, esta experiencia nos recordó que vivir haciendo y disfrutando de lo que quieres no debería de ser un lujo sino una obligación propia.
Dejaremos que la selva boliviana nos muestre su belleza y nos regale un poco de la sabiduría que guarda entre sus raíces, humedad, fauna y flora.
Pd.Malinche Comenta: Conducir está bien. Tomar trago también. Pero Uno + Uno = es una estupidez exponencial. No es necesario ser una Einsteina para saber esta fórmula, simplemente usa tu sentido común.

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